Cada vez apreció más la calidad de personas que sé
que son mis fieles lectores y seguidores, puesto que a cada oportunidad me
demuestran su amplio criterio, su buena educación y su capacidad de análisis
crítico. No saben cuánto me entusiasmé al leer sus nuevos comentarios y que la
gran mayoría pidió que siguiera con mi explicación de los Grandes Dioses
restantes. Personalmente imaginaba que les parecería tedioso leer tantos datos,
y es que yo mismo perdí la noción del espacio y me extendía y extendía, pero no
podía detenerme, por más que intenté resumir lo mejor posible. Como sea, dada
esta satisfactoria respuesta, esta entrada la dedicaré a terminar con las
características de los cinco dioses que gobiernan los demás imperios, me extienda
lo que me extienda, aunque trataré de sintetizar aún más que el post anterior,
para la siguiente semana seguir explicando la organización de Los Nueve
Imperios, pues todavía falta mucho de qué hablar.
Astaroth, el Gran Duque, el amante de las flores de carne. Este
demonio es el más cercano al hombre, sin dudas. Por algún capricho o plan
oscuro del Todo, el espíritu de Astaroth es más corpóreo, si es lícito usar el
término, ya que tiende a materializarse con mucha más frecuencia que sus
compañeros. Por esta misma razón es capaz de gozar en plenitud de todos los
placeres y constantemente busca hombres y mujeres para disfrutar con ellos, y a
cambio ofrece gigantescas recompensas. Mas esta ventaja tiene varios lados, y
de la misma manera Astaroth tiene una gama completa de sentimientos, entre
ellos la piedad, la tristeza, la empatía, aunque también la ira desmesurada y
la crueldad. Algunas de estas cualidades son las que lo llevan a ayudar a otras
deidades cuando éstas no son capaces de alcanzar algo que se han propuesto.
Igualmente, es llamado el maestro porque es él quien guía y enseña a los
espíritus que recién pasan de un plano a otro, así como gusta de conversar con
sus invocantes para desvelar secretos o mostrar eventos pasados y futuros, y
una de sus mayores características es que vuelve docto en cualquier ciencia o
arte a quien pacte con él.
Físicamente los retratan
con forma humana, como un hombre en extremo atractivo, de cabello rizado color
castaño claro, perfectamente rasurado, de marcados músculos. Sin embargo,
siempre se le representa con enormes pies parecidos a patas de anfibio y
enormes alas de murciélago. Sus animales son la serpiente y el dragón.
Baphomet. ¿Qué les puedo decir de este extraordinario ser? De él
obtuve mi nombre en el bautismo de fuego y luz, y es con el que firmo mis
obras; mi dios protector, mi guía, el único ser que ha entrado tanto en mi
mente, en mi corazón y en mi alma, para cambiar mi interior y salir de nuevo a
grabarse también en mi piel, misma que ahora se enchina y calienta la sangre de
mis dedos al escribir este párrafo. Baphomet, o Bafumet, el dios que porta la
antorcha de la Iluminación, quien todo lo sabe. El patriarca, conocedor de los
más oscuros o brillantes arcanos que sostienen el universo, se le considera el
padre del ocultismo, y su poder es tan alto que se le confunde muchas veces con
Lucifer, una vez más por la intervención de la despreciable fe romana. Como ya
lo indiqué en una referencia, Los Nueves Imperios invocan el espíritu de
Baphomet en el Bautismo de Luz, parte de la iniciación de la secta a partir de
la cual se le asigna al novato a los espíritus que lo protegerán, y es una
ceremonia de la cual hablaré a profundidad más adelante.
Baphomet representa la
conjunción de lo masculino y lo femenino, la ley de la polaridad universal; en
otras palabras, es la perfección. Esto lo vuelve el encargado del cumplimiento
de las leyes universales, descritas por la Hermética. Él es la paz, el orden,
la virtud, lo que se refleja en su aberración por los así llamados pecados,
aunque nuestra concepción de estos crímenes difiere un tanto de la cosmovisión
abrahámica. El asesinato público, los crímenes religiosos (las Cruzadas, la
Inquisición, el diezmo, el terrorismo eclesiástico, etc.), la represión, la
falta de respeto a la Naturaleza y así seguido. De hecho, esta entidad es la
misma creadora de la naturaleza silvestre, y las escrituras de los Imperios
profetizan que él llevará al hombre de regreso a su estado natural, en busca de
la conjunción con la Madre Tierra, que es una advocación del propio Baphomet.
Así como es el
procurador de justicia, tampoco puede castigar directamente a los seres
humanos, porque esta acción iría en contra de su esencia, pero por él es que el
alma puede materializarse para poder sufrir castigos o, bien, disfrutar de ciertos
placeres mundanos en un plano elevado. Pues debemos entender que la muerte es
un invento humano, y Baphomet es una muestra de ello al lucir un pene con la
forma del Caduceo de Hermes, que representa la vida eterna, la transmutación de
una forma de energía en otra. Este falo, unido a los pechos femeninos del dios,
dio origen a la humanidad por Gracia de Abaddon.
Esto último de la
transmutación mental recuerda al concepto hermético y ley universal de “Como
arriba es abajo y como abajo es arriba” (escrito textualmente en el tratado El Kybalión), y en él yace el secreto
para los así llamados milagros, que no son otra cosa más que la manipulación de
las leyes por un ser que ha alcanzado un nivel de desarrollo mental y
crecimiento espiritual extraordinarios. Los protegidos de Baphomet poseen la
ventaja de recibir de él conocimientos y fórmulas mágicas de tipos diversos,
pero sabe quién es indigno de su generosidad y entonces los abandona y los deja
a merced de las alimañas que están en perpetua búsqueda de energía vital para
absorber.
Existen muchas teorías
acerca de este singular personaje. Una de las más populares es la que nace de
su representación de un hombre con tres rostros: los de Buda, Mahoma y
Jesucristo. No obstante, la realidad es que estos tres hombres adelantados a su
época fueron protegidos del dios de Luz, quien les ayudó a alcanzar la
iluminación y les reveló arcanos que permitieron la alteración de ciertas
leyes. Y en esta misma teoría se tiene el ejemplo de lo que pasa cuando se
abusa de la bondad de Baphomet si se recuerda el desenlace de la vida terrenal
de uno de estos tres profetas.
Por todas sus
cualidades, la pintura que la Orden acepta como más aproximada a lo que
simboliza Bafumet es la realizada por el ocultista Eliphas Levi: un ser con
cabella de chivo, de grandes cuernos que representan la fertilidad y la
naturaleza, encima de la cabeza, a modo de corona, brilla la antorcha de la
iluminación y la sabiduría; en la frente el pentagrama indica la perfección y
la armonía reinante en el universo, que se sostiene por las leyes universales
sostenidas a su vez en la mente del Todo. Su rostro y el cuerpo están
deformados por su aberración a los pecados mortales; tiene seno de mujer y un
falo en forma de varilla; las patas también son de chivos. Lo podemos ver
sentado sobre el mundo, con una mano femenina apuntando hacia la luna y una
masculina hacia su sombra.
Enascondius. En los libros malditos de nigromancia o las escrituras
de ciertas religiones ya olvidadas se le encuentra con el nombre de
Yostothoght, la llave y la puerta, el que muestra el camino. Se conforma por
grandes serpientes entrelazadas, envueltas en una demencial orgía que eyacula
burbujas brillantes. Cuando la revolución alcance su punto culminante, en el
momento de mayor caos y derramamiento de sangre, Enascondius despertará al
sinfín de dioses mayores y menores para llevar la lucha a los planos astrales y
el caos al espacio cósmico. Existe fuera del tiempo y el espacio, por lo que
muchos sostienen que eso ya está pasando. Lo sabe y lo ve todo, más no lo puede
todo. Es capaz de pasar parte de sus conocimientos y visiones, aunque siempre a
un gran precio. Aquel dispuesto a pactar con él debe estarlo igualmente para
permanecer eternamente en la servidumbre y buscar esencias espirituales de
significativo poder para alimentarlo. Pese a sus naturalezas aparentemente
contradictorias, Enascondius trabaja de la mano con Baphomet. Y en realidad,
este dios y el que sigue son esencias extraídas directamente del centro del
Todo, por lo que poseen muchas de las características de los demás dioses ya
descritos, y, al mismo tiempo, ninguna.
Pramumcos. En una expedición realizada en 1918 y en otra más
reciente en el año de 1947 se encontraron una serie de manuscritos. Los
primeros, descubiertos en una cueva, al parecer parte de la arquitectura de una
ciudad abandonada en medio de un enorme desierto, contiene textos nigrománticos
que aún no han sido descifrados en su totalidad. Los de la segunda expedición
son centenares de pergaminos que datan desde el siglo IV a.C. hasta las primeras
décadas de la edad cristiana; incluyen lo que muchos estudiosos y el mismo
Vaticano han designado como Evangelios Apócrifos; mas ha habido un esfuerzo de
verdad notable en ocultar los textos más antiguos, ya que contienen información
sumamente peligrosa para la fe cristiana y, si los conjuros y leyendas son
ciertas, la visión del mundo de cualquier cultura se tambalearía desde sus cimientos.
No obstante, para los Nueve Imperios, favoritos de los dioses, prácticamente
nada es imposible, y nosotros somos guardianes de los arcanos que reposan en
aquellos papeles. En ambos se mencionan a Enascondius y a otro dios, también
parte de la esencia directa del Todo, conocido como Thozatha o Pramumcos.
El motor del caos,
antítesis de toda creación, Pramumcos existe en el corazón del universo, lugar
donde existe un vacío, por lo que este dios carece de cualquier capacidad
racional. En medio de la nada babea, gime y plañe haciendo inútil muestra de un
poder total que arroja polvo cósmico, antimateria y gases que viajan a toda
velocidad para construir o destruir mundos, estrellas, galaxias. Pramumcos
carece de forma para representarlo, pese los innumerables intentos de osados
artistas que aspiraban a encontrar sentido en la esencia misma del universo;
todos ellos yacen en un hospital psiquiátrico o en un cementerio. Los pocos
hombres que han dado testimonio de lo que han visto al evocar la imagen de esta
deidad ciega y estúpida, y no han contagiado la demencia a sus escuchas, dicen
que es una nube de colores, o algo parecido a los colores porque son
sencillamente indescriptibles en cuanto al tono y, sobre cualquier cosa, a su
intensidad. Mirar esto fijamente o tan siquiera de soslayo induce la locura
extrema, una muerte en vida que consume la carne y provoca visiones
inframundanas como ningún ser viviente debe percibir nunca.
A pesar de existir
esencialmente en el vacío central del cosmos, Pramumcos es omnipresente y
omnipotente, por lo que puede viajar a cualquier sitio, y en medio de su
irracionalidad provoca los desastres más terribles y en todas las escalas
imaginables, desde cambios microscópicos en una roca hasta la destrucción de
galaxias enteras. Cuando se presenta ante los humanos se escucha un eco, como
una música demencial compuesta por flautas y tambores, el sonido del espacio
profundo, acompañada por voces que recuerdan los cánticos y melodías africanas.
Enascondius suele visitarlo para sacar provecho de su estupidez o para
aconsejarse en medio de esa esencia todopoderosa. Los demás dioses bailan a su
alrededor para absorber también un poco de la energía.
Lucifer, el primer rebelde, el que se opuso al ascenso de una
entidad altiva que abusó de la pasividad del Todo. La estrella de la mañana. Es
uno de los dioses más poderosos y, al mismo tiempo, uno de los más débiles. En
los tiempos primeros, en la batalla original cuando el dios bastardo usurpó el
poder celestial, el Todo contempló todo en una actitud que Lucifer tomó por
indiferencia, no pudo ver el plan mayor en la mente del Todo. De ahí sucedió su
desgracia, y su rebelión fracasó, mas la Voluntad se había cumplido y el
equilibrio se mantenía. Lucifer entonces ayuda a cuidar este equilibrio y dirige
a los demás dioses en sus diferentes funciones en la gran máquina que es el
universo, mientras aguarda el momento en que los polos deban invertirse y él
mismo subir a lo más alto para desplazar a las estrellas malditas de Jehová, la
deidad perversa.
Su nombre verdadero es
Helelbenshachar, el hijo del Alba, pues no hay otra entidad más cercana en
perfección y sabiduría del Todo, lo que se traduce en su representación como un
ser de enorme belleza. Él es el Prometeo original, que se alió con los otros
dioses y encargó a sus discípulos la liberación del ser humano, para que éste
pudiera ejercer un verdadero libre albedrío y aprender toda clase de ciencias,
ya que él mismo intentó liberarse del yugo de un dios tiránico que limita al
hombre y a todas las criaturas en todos los aspectos posibles, sobre todo en lo
que se refiere a lo sexual y a sus capacidades intelectuales, porque estos dos
aspectos son los que pueden poner en peligro su reinado, y es por esto que ese
dios, el adorado por los cristianos, es cruel, vengativo y celoso, pues desea
seguir en control de un Universo que sabe no le pertenece, pero que sacia sus
necesidades del orgullo y el hambre de poder. No obstante, como ya se sabe y en
las pocas cosas en las que coinciden los mitos cristianos y los nuestros,
Lucifer no tuvo éxito en su rebelión, puesto que se enfrentaba con un ser casi
tan perfecto como él y con un mayor número de aliados en busca de compartir un
poco de su poder. Por esta razón fue segregado de los demás dioses, aunque no
de tal forma en la que describen los cristeros, porque no existe un paraíso o
un infierno, pero no se le pudo destruir, ya que el Todo necesita de él para
mantener en funcionamiento la máquina universal. Sin embargo, muchos esfuerzos
fueron hechos para que a Lucifer se le tome ahora como lo contrario a lo que
es: lo tachan del padre de todos los vicios, el primer pecador que intenta
coartar la libertad del humano, el hijo del incitador, cuando sólo busca
justicia para personas y entidades espirituales reprimidas bajo el martillo del
verdadero bastardo.
Existen formas para
invocar a Lucifer, empero, es un ser tan perfecto que es muy difícil lograr que
se presente, y, aun en caso de tener éxito, estar en su presencia conlleva
muchos y muy variados riesgos para el invocante. Si se logra sobrevivir al rito
y el practicante resulta apto y digno ante los ojos del más poderoso de los
ángeles, los beneficios son enormes, pues Lucifer concede cualquier tipo de
favores, sin importar la naturaleza, aparte de conocimientos interminables e
inmenso poder. Es la única deidad con cuyo pacto se abarca todos los campos.
Sin embargo, al entrar a su servicio uno se convierte automáticamente en un
soldado luciferino que deberá dedicar sus talentos, cualesquiera que estos
sean, a difundir la palabra de los Imperios y luchar contra el patriarcado
represor y despótico de la Iglesia Católica y Romana, misma que deberá ser
destruida hasta sus cimientos y el último Papa ahorcado con los intestinos del
último sacerdote. El siervo de Lucifer también está obligado a llevar un
estricto régimen que incluye varios ritos diarios y una dieta específica, pero
este tema lo abordaré en otra oportunidad.
En resumen, esos son los
nueve dioses que rigen Los Nueve Imperios, todos ellos subordinados a la máxima
entidad, el Todo, quien es la energía viviente e inteligente que controla el
cosmos y del cual se desprende cualquier forma de existencia. Algunas teorías
sostienen en llamar al Todo Satán, otras relacionan este nombre con Lucifer;
los Nueve Imperios prefieren llamarlo así, como los hermetistas, simplemente
Todo.
Bafumet Acene