sábado, 10 de septiembre de 2016

Los Grandes restantes

Cada vez apreció más la calidad de personas que sé que son mis fieles lectores y seguidores, puesto que a cada oportunidad me demuestran su amplio criterio, su buena educación y su capacidad de análisis crítico. No saben cuánto me entusiasmé al leer sus nuevos comentarios y que la gran mayoría pidió que siguiera con mi explicación de los Grandes Dioses restantes. Personalmente imaginaba que les parecería tedioso leer tantos datos, y es que yo mismo perdí la noción del espacio y me extendía y extendía, pero no podía detenerme, por más que intenté resumir lo mejor posible. Como sea, dada esta satisfactoria respuesta, esta entrada la dedicaré a terminar con las características de los cinco dioses que gobiernan los demás imperios, me extienda lo que me extienda, aunque trataré de sintetizar aún más que el post anterior, para la siguiente semana seguir explicando la organización de Los Nueve Imperios, pues todavía falta mucho de qué hablar.
Astaroth, el Gran Duque, el amante de las flores de carne. Este demonio es el más cercano al hombre, sin dudas. Por algún capricho o plan oscuro del Todo, el espíritu de Astaroth es más corpóreo, si es lícito usar el término, ya que tiende a materializarse con mucha más frecuencia que sus compañeros. Por esta misma razón es capaz de gozar en plenitud de todos los placeres y constantemente busca hombres y mujeres para disfrutar con ellos, y a cambio ofrece gigantescas recompensas. Mas esta ventaja tiene varios lados, y de la misma manera Astaroth tiene una gama completa de sentimientos, entre ellos la piedad, la tristeza, la empatía, aunque también la ira desmesurada y la crueldad. Algunas de estas cualidades son las que lo llevan a ayudar a otras deidades cuando éstas no son capaces de alcanzar algo que se han propuesto. Igualmente, es llamado el maestro porque es él quien guía y enseña a los espíritus que recién pasan de un plano a otro, así como gusta de conversar con sus invocantes para desvelar secretos o mostrar eventos pasados y futuros, y una de sus mayores características es que vuelve docto en cualquier ciencia o arte a quien pacte con él.
Físicamente los retratan con forma humana, como un hombre en extremo atractivo, de cabello rizado color castaño claro, perfectamente rasurado, de marcados músculos. Sin embargo, siempre se le representa con enormes pies parecidos a patas de anfibio y enormes alas de murciélago. Sus animales son la serpiente y el dragón.
Baphomet. ¿Qué les puedo decir de este extraordinario ser? De él obtuve mi nombre en el bautismo de fuego y luz, y es con el que firmo mis obras; mi dios protector, mi guía, el único ser que ha entrado tanto en mi mente, en mi corazón y en mi alma, para cambiar mi interior y salir de nuevo a grabarse también en mi piel, misma que ahora se enchina y calienta la sangre de mis dedos al escribir este párrafo. Baphomet, o Bafumet, el dios que porta la antorcha de la Iluminación, quien todo lo sabe. El patriarca, conocedor de los más oscuros o brillantes arcanos que sostienen el universo, se le considera el padre del ocultismo, y su poder es tan alto que se le confunde muchas veces con Lucifer, una vez más por la intervención de la despreciable fe romana. Como ya lo indiqué en una referencia, Los Nueves Imperios invocan el espíritu de Baphomet en el Bautismo de Luz, parte de la iniciación de la secta a partir de la cual se le asigna al novato a los espíritus que lo protegerán, y es una ceremonia de la cual hablaré a profundidad más adelante.
Baphomet representa la conjunción de lo masculino y lo femenino, la ley de la polaridad universal; en otras palabras, es la perfección. Esto lo vuelve el encargado del cumplimiento de las leyes universales, descritas por la Hermética. Él es la paz, el orden, la virtud, lo que se refleja en su aberración por los así llamados pecados, aunque nuestra concepción de estos crímenes difiere un tanto de la cosmovisión abrahámica. El asesinato público, los crímenes religiosos (las Cruzadas, la Inquisición, el diezmo, el terrorismo eclesiástico, etc.), la represión, la falta de respeto a la Naturaleza y así seguido. De hecho, esta entidad es la misma creadora de la naturaleza silvestre, y las escrituras de los Imperios profetizan que él llevará al hombre de regreso a su estado natural, en busca de la conjunción con la Madre Tierra, que es una advocación del propio Baphomet.
Así como es el procurador de justicia, tampoco puede castigar directamente a los seres humanos, porque esta acción iría en contra de su esencia, pero por él es que el alma puede materializarse para poder sufrir castigos o, bien, disfrutar de ciertos placeres mundanos en un plano elevado. Pues debemos entender que la muerte es un invento humano, y Baphomet es una muestra de ello al lucir un pene con la forma del Caduceo de Hermes, que representa la vida eterna, la transmutación de una forma de energía en otra. Este falo, unido a los pechos femeninos del dios, dio origen a la humanidad por Gracia de Abaddon.
Esto último de la transmutación mental recuerda al concepto hermético y ley universal de “Como arriba es abajo y como abajo es arriba” (escrito textualmente en el tratado El Kybalión), y en él yace el secreto para los así llamados milagros, que no son otra cosa más que la manipulación de las leyes por un ser que ha alcanzado un nivel de desarrollo mental y crecimiento espiritual extraordinarios. Los protegidos de Baphomet poseen la ventaja de recibir de él conocimientos y fórmulas mágicas de tipos diversos, pero sabe quién es indigno de su generosidad y entonces los abandona y los deja a merced de las alimañas que están en perpetua búsqueda de energía vital para absorber.
Existen muchas teorías acerca de este singular personaje. Una de las más populares es la que nace de su representación de un hombre con tres rostros: los de Buda, Mahoma y Jesucristo. No obstante, la realidad es que estos tres hombres adelantados a su época fueron protegidos del dios de Luz, quien les ayudó a alcanzar la iluminación y les reveló arcanos que permitieron la alteración de ciertas leyes. Y en esta misma teoría se tiene el ejemplo de lo que pasa cuando se abusa de la bondad de Baphomet si se recuerda el desenlace de la vida terrenal de uno de estos tres profetas.
Por todas sus cualidades, la pintura que la Orden acepta como más aproximada a lo que simboliza Bafumet es la realizada por el ocultista Eliphas Levi: un ser con cabella de chivo, de grandes cuernos que representan la fertilidad y la naturaleza, encima de la cabeza, a modo de corona, brilla la antorcha de la iluminación y la sabiduría; en la frente el pentagrama indica la perfección y la armonía reinante en el universo, que se sostiene por las leyes universales sostenidas a su vez en la mente del Todo. Su rostro y el cuerpo están deformados por su aberración a los pecados mortales; tiene seno de mujer y un falo en forma de varilla; las patas también son de chivos. Lo podemos ver sentado sobre el mundo, con una mano femenina apuntando hacia la luna y una masculina hacia su sombra.
Enascondius. En los libros malditos de nigromancia o las escrituras de ciertas religiones ya olvidadas se le encuentra con el nombre de Yostothoght, la llave y la puerta, el que muestra el camino. Se conforma por grandes serpientes entrelazadas, envueltas en una demencial orgía que eyacula burbujas brillantes. Cuando la revolución alcance su punto culminante, en el momento de mayor caos y derramamiento de sangre, Enascondius despertará al sinfín de dioses mayores y menores para llevar la lucha a los planos astrales y el caos al espacio cósmico. Existe fuera del tiempo y el espacio, por lo que muchos sostienen que eso ya está pasando. Lo sabe y lo ve todo, más no lo puede todo. Es capaz de pasar parte de sus conocimientos y visiones, aunque siempre a un gran precio. Aquel dispuesto a pactar con él debe estarlo igualmente para permanecer eternamente en la servidumbre y buscar esencias espirituales de significativo poder para alimentarlo. Pese a sus naturalezas aparentemente contradictorias, Enascondius trabaja de la mano con Baphomet. Y en realidad, este dios y el que sigue son esencias extraídas directamente del centro del Todo, por lo que poseen muchas de las características de los demás dioses ya descritos, y, al mismo tiempo, ninguna.
Pramumcos. En una expedición realizada en 1918 y en otra más reciente en el año de 1947 se encontraron una serie de manuscritos. Los primeros, descubiertos en una cueva, al parecer parte de la arquitectura de una ciudad abandonada en medio de un enorme desierto, contiene textos nigrománticos que aún no han sido descifrados en su totalidad. Los de la segunda expedición son centenares de pergaminos que datan desde el siglo IV a.C. hasta las primeras décadas de la edad cristiana; incluyen lo que muchos estudiosos y el mismo Vaticano han designado como Evangelios Apócrifos; mas ha habido un esfuerzo de verdad notable en ocultar los textos más antiguos, ya que contienen información sumamente peligrosa para la fe cristiana y, si los conjuros y leyendas son ciertas, la visión del mundo de cualquier cultura se tambalearía desde sus cimientos. No obstante, para los Nueve Imperios, favoritos de los dioses, prácticamente nada es imposible, y nosotros somos guardianes de los arcanos que reposan en aquellos papeles. En ambos se mencionan a Enascondius y a otro dios, también parte de la esencia directa del Todo, conocido como Thozatha o Pramumcos.
El motor del caos, antítesis de toda creación, Pramumcos existe en el corazón del universo, lugar donde existe un vacío, por lo que este dios carece de cualquier capacidad racional. En medio de la nada babea, gime y plañe haciendo inútil muestra de un poder total que arroja polvo cósmico, antimateria y gases que viajan a toda velocidad para construir o destruir mundos, estrellas, galaxias. Pramumcos carece de forma para representarlo, pese los innumerables intentos de osados artistas que aspiraban a encontrar sentido en la esencia misma del universo; todos ellos yacen en un hospital psiquiátrico o en un cementerio. Los pocos hombres que han dado testimonio de lo que han visto al evocar la imagen de esta deidad ciega y estúpida, y no han contagiado la demencia a sus escuchas, dicen que es una nube de colores, o algo parecido a los colores porque son sencillamente indescriptibles en cuanto al tono y, sobre cualquier cosa, a su intensidad. Mirar esto fijamente o tan siquiera de soslayo induce la locura extrema, una muerte en vida que consume la carne y provoca visiones inframundanas como ningún ser viviente debe percibir nunca.
A pesar de existir esencialmente en el vacío central del cosmos, Pramumcos es omnipresente y omnipotente, por lo que puede viajar a cualquier sitio, y en medio de su irracionalidad provoca los desastres más terribles y en todas las escalas imaginables, desde cambios microscópicos en una roca hasta la destrucción de galaxias enteras. Cuando se presenta ante los humanos se escucha un eco, como una música demencial compuesta por flautas y tambores, el sonido del espacio profundo, acompañada por voces que recuerdan los cánticos y melodías africanas. Enascondius suele visitarlo para sacar provecho de su estupidez o para aconsejarse en medio de esa esencia todopoderosa. Los demás dioses bailan a su alrededor para absorber también un poco de la energía.
Lucifer, el primer rebelde, el que se opuso al ascenso de una entidad altiva que abusó de la pasividad del Todo. La estrella de la mañana. Es uno de los dioses más poderosos y, al mismo tiempo, uno de los más débiles. En los tiempos primeros, en la batalla original cuando el dios bastardo usurpó el poder celestial, el Todo contempló todo en una actitud que Lucifer tomó por indiferencia, no pudo ver el plan mayor en la mente del Todo. De ahí sucedió su desgracia, y su rebelión fracasó, mas la Voluntad se había cumplido y el equilibrio se mantenía. Lucifer entonces ayuda a cuidar este equilibrio y dirige a los demás dioses en sus diferentes funciones en la gran máquina que es el universo, mientras aguarda el momento en que los polos deban invertirse y él mismo subir a lo más alto para desplazar a las estrellas malditas de Jehová, la deidad perversa.
Su nombre verdadero es Helelbenshachar, el hijo del Alba, pues no hay otra entidad más cercana en perfección y sabiduría del Todo, lo que se traduce en su representación como un ser de enorme belleza. Él es el Prometeo original, que se alió con los otros dioses y encargó a sus discípulos la liberación del ser humano, para que éste pudiera ejercer un verdadero libre albedrío y aprender toda clase de ciencias, ya que él mismo intentó liberarse del yugo de un dios tiránico que limita al hombre y a todas las criaturas en todos los aspectos posibles, sobre todo en lo que se refiere a lo sexual y a sus capacidades intelectuales, porque estos dos aspectos son los que pueden poner en peligro su reinado, y es por esto que ese dios, el adorado por los cristianos, es cruel, vengativo y celoso, pues desea seguir en control de un Universo que sabe no le pertenece, pero que sacia sus necesidades del orgullo y el hambre de poder. No obstante, como ya se sabe y en las pocas cosas en las que coinciden los mitos cristianos y los nuestros, Lucifer no tuvo éxito en su rebelión, puesto que se enfrentaba con un ser casi tan perfecto como él y con un mayor número de aliados en busca de compartir un poco de su poder. Por esta razón fue segregado de los demás dioses, aunque no de tal forma en la que describen los cristeros, porque no existe un paraíso o un infierno, pero no se le pudo destruir, ya que el Todo necesita de él para mantener en funcionamiento la máquina universal. Sin embargo, muchos esfuerzos fueron hechos para que a Lucifer se le tome ahora como lo contrario a lo que es: lo tachan del padre de todos los vicios, el primer pecador que intenta coartar la libertad del humano, el hijo del incitador, cuando sólo busca justicia para personas y entidades espirituales reprimidas bajo el martillo del verdadero bastardo.
Existen formas para invocar a Lucifer, empero, es un ser tan perfecto que es muy difícil lograr que se presente, y, aun en caso de tener éxito, estar en su presencia conlleva muchos y muy variados riesgos para el invocante. Si se logra sobrevivir al rito y el practicante resulta apto y digno ante los ojos del más poderoso de los ángeles, los beneficios son enormes, pues Lucifer concede cualquier tipo de favores, sin importar la naturaleza, aparte de conocimientos interminables e inmenso poder. Es la única deidad con cuyo pacto se abarca todos los campos. Sin embargo, al entrar a su servicio uno se convierte automáticamente en un soldado luciferino que deberá dedicar sus talentos, cualesquiera que estos sean, a difundir la palabra de los Imperios y luchar contra el patriarcado represor y despótico de la Iglesia Católica y Romana, misma que deberá ser destruida hasta sus cimientos y el último Papa ahorcado con los intestinos del último sacerdote. El siervo de Lucifer también está obligado a llevar un estricto régimen que incluye varios ritos diarios y una dieta específica, pero este tema lo abordaré en otra oportunidad.
En resumen, esos son los nueve dioses que rigen Los Nueve Imperios, todos ellos subordinados a la máxima entidad, el Todo, quien es la energía viviente e inteligente que controla el cosmos y del cual se desprende cualquier forma de existencia. Algunas teorías sostienen en llamar al Todo Satán, otras relacionan este nombre con Lucifer; los Nueve Imperios prefieren llamarlo así, como los hermetistas, simplemente Todo.

Bafumet Acene