Con la confirmación de la segunda temporada de la
serie original de Netflix, El mundo oculto de Sabrina, el diablo está, una vez más, en boca de todos.
El uso de esta escultura, le valió a Netflix una demanda
del templo satánico por 50 millones de dólares.
Desde que se formara una figura sólida del diablo,
este personaje ha despertado en la gente tanta fascinación como miedo y, por
supuesto, ha sido inspiración de incontables muestras de arte.
Desde El trino del diablo de Tartini (1713) en la
música, hasta El aquelarre de Goya (1798) en la pintura. Satanás ha rodeado
todos los aspectos de la cultura. Pasó de ser un sirviente de Dios para poner a
prueba la devoción de los hombres, como en el libro de Job, a la máxima
expresión de la maldad pura en El Apocalipsis, de San Juan.
En los días modernos, y cada vez con mayor
frecuencia, se toma al diablo como una figura más curiosa que temible o,
incluso, un símbolo de libertad y conocimiento.
En 1969 el fundador de la Iglesia de Satán (con su
actual sede en San Francisco), Anton Szandor LaVey, publicó La Biblia Satánica.
Este texto incluía los mandamientos de su nueva religión, el dogma y ritual de
una nueva fe que convertía al humano en su propio dios.
El aquellare, de Francisco de Goya.
El satanismo simbólico de LaVey en realidad no
cree en ningún dios ni en el diablo, mas toma el nombre de Satán como un
símbolo de indivualidad y una forma de protesta en contra del cristianismo que,
según el libro, limita al ser humano y lo esclaviza.
Mientras tanto, Michael W. Ford representa todo lo
contrario. Como uno de los grandes representantes del luciferianismo moderno,
este músico y autor estadounidense ha publicado 25 libros relacionados con el
ocultismo y el sendero de la mano izquierda.
Esta doctrina sostiene que su dios Lucifer es
un ser benévolo que le ha otorgado al humano el conocimiento y busca su
evolución. Fuertemente ligado con el mito de Prometeo, los luciferinos plantean
encontrar la divinidad en el hombre y la humanidad en lo divino.
Fuera del ámbito religioso, la industria del
entretenimiento se ha valido también del morbo y la fascinación que despierta
el ángel caído. El Exorcista, considerada la mejor película de terror de todos
los tiempos, fue el primer filme que puso de moda la posesión diabólica como
tema principal.
El bebé de Rosemary, El abogado del diablo, entre
muchas otras, fueron algunas obras que llenaron las pantallas y las páginas con
un enfoque interesante alrededor del diablo.
Ahora Netflix ha decidido arriesgarse también con
este tema con series como la ya mencionada Sabrina o Diablero.
A lo antes mencionado, se le suma el nuevo
documental de la directora Penny Lane, Hail Satan?, que explora la evolución
del Templo Satánico en Estados Unidos.
Ya sea como un ser terrorífico que busca
apoderarse de tu alma, o la figura objeto de devoción, el diablo está muy lejos
de expirar como un gran tópico en las artes.