martes, 16 de agosto de 2016

La culpa del muerto

He decidido redactar los próximos días algunas entradas en respuesta a varias preguntas (y algunos cuestionamientos que, francamente, me parecen ofensivos) planteadas por ustedes, mis lectores, acerca del grado de realidad, veracidad, o como quieran llamarlo, contenida en mis escritos. Es mi intención explicar aquí todo. Se los debo a ustedes, que me han seguido y han creído en mí y en mis letras.
Empezaré por lo más absurdo, que son los cuestionamientos, y hasta una que otra afirmación malintencionada, acerca de que si yo en la vida real he cometido alguna de las atrocidades que describo en mis relatos; a saber: violaciones, estupros, torturas de diversas clases, fetichismos, parafilias y, finalmente, asesinatos. Es un error usual, aunque muchas veces justificado, el identificar al autor con sus personajes, y es un error aún más grave querer hacerlo con las escenas o situaciones que describe. Se trata del gran error que se ha cometido, por ejemplo, con Sade, a quien desde hace siglos se le toma como un depravado, como “el apologista del mal”, de la lujuria criminal y un largo etcétera, cuando, fuera de un par de errores sin importancia cometidos durante su juventud, nunca mostró la actitud despótica, degradante y delictiva con que pinta a sus personajes; muy por el contrario, cualquier estudioso de este revolucionario francés sabe que repudiaba las figuras de sus creaciones, pues representaban una crítica a la clase opresora que lo había encarcelado y que abusaba de todas las formas posibles del pueblo. De igual manera, es inmaduro pensar que porque yo escriba sobre violaciones y asesinatos sea un violador y un asesino, casi como creer que Lovecraft adoraba a dioses extraterrestres o Dunsany visitaba las tierras de los trolls y los duendes. No, nunca he tenido relaciones sexuales sin el consentimiento de la otra persona, así como tampoco he lastimado seriamente a nadie, mucho menos cometido un homicidio con el fin de rendir tributo a alguna divinidad o para satisfacer placeres oscuros. Por lo demás, lo que haga en la intimidad o cómo decida disfrutar mi vida sexual… bueno, eso no le importa a nadie salvo a mí.
Ahora bien, la otra cuestión en la que ha habido mucha insistencia por parte de mi público ha sido acerca de mis creencias personales. Me encontré en un foro, en el cual se discuten temas sobre literatura, un acalorado debate sobre mi obra, donde la gente, en general, trataba de darle un sentido a mi insistencia en hablar sobre un mismo tema en gran parte de mis textos: el Diablo. Asimismo, he recibido no poca cantidad de mensajes por las redes sociales y correo electrónico con una misma pregunta. ¿De verdad soy satánico, o se trata de un símbolo de la maldad humana, una crítica política o simplemente es un mero estilo? Me permitiré extenderme un poco en este punto antes de dar la respuesta a esta duda que invade a mis lectores.
Bien ya dije que es una fatal equivocación identificar al escritor con sus personajes y su obra en general. En la literatura, en la música, prácticamente en toda arte, el creador también se convierte en un personaje. A pesar de que tenemos entrevistas, presentaciones, conferencias, etc., que nos acercan, en este caso, al escritor, nunca podremos conocer a la persona que éste es, a menos que seas su amigo o familiar, y aun en este caso se podría poner a discusión. El autor de carne y hueso es inalcanzable. Por lo tanto, vuelvo a preguntarme de dónde sacan ustedes que comparto las ideologías y que hago míos los temas de los que escribo. No obstante, debo admitir que en este punto acertaron parcialmente, aunque sólo por casualidad. Y es éste el otro motivo por el cual, luego ya de los años transcurridos y de que por fin comuenzo a despegar como un autor reconocido, decidí llenar mi blog con estas entradas explicativas. No soy satánico, mas sí luciferista, pero no se apresuren a emitir un juicio sobre mí, pues el sistema de creencias, incluidas mis prácticas y costumbres, se aleja bastante de lo que la mayoría entiende por satanismo.
Antes de compartirles mi visión del mundo, quisiera revelarles la razón por la que he usado la literatura para hablar de algo tan personal y que, aparentemente, contradice todo lo que he argumentado hasta ahora. Es precisamente por esa ambigüedad y por la polivalencia de la literatura por la que la uso. Ustedes, amigos míos, incluso con esta guía que les estoy regalando, nunca podrán saber por completo lo que es cierto o falso en mis cuentos, novelas y poemas. De igual forma es una manera efectiva, hasta cierto punto, de protegerme gracias a la libertad de expresión y al innegable carácter ficticio de mi obra. Nadie podrá entonces, para silenciarme, acudir a una acusación de apología del crimen, incitación o cualquier tontería legal, y en dado caso de querer actuar tendrían que hacerlo por otros medios más oscuros y, por lo tanto, más convenientes para mí. ¿A qué me refiero exactamente con eso? Prefiero dejarlo a la especulación. Como iba diciendo, tomé por buena la estrategia de usar mi talento literario, mucho o poco, para compartir y predicar mi fe. Si muchos autores mediocres pueden hacer cosas similares o llenarle la cabeza a la gente de estupideces sin sentido, quimeras y estratagemas para convertirlos en marionetas al servicio de los poderosos, ¿por qué no hacerlo yo cuando mis intenciones son más nobles que las de esos tiranos y necios? Y aunque mis lectores no deseen aceptar estas creencias porque ya tienen las suyas o porque sencillamente no les llama la atención mi estilo de vida, todavía podrán disfrutar de mis letras y aprender, reflexionar, experimentar una catarsis con ellas, porque eso es lo bello del arte: no tiene una sola interpretación y puede trascender a su propio creador, así como ha pasado con el hombre y su dios. Sé que muchos de mis fieles seguidores son amantes del cine gore, del terror, de los temas paranormales y ocultistas, así que siempre podrán encontrar material de ese tipo para entretenerse; sin embargo, también el interesado en la política o la filosofía podrá sacar provecho al leer las oraciones impresas en mis libros aunque no por ello se vaya a convertir a mi religión. Ustedes pueden utilizar como mejor les convenga lo que escribo. Es parte de mi fe el respetar la libertad y los derechos de mis semejantes.
Por este día es todo. El fin de semana subiré otra entrada para comenzar a exponer en qué consiste pertenecer a mi culto. Me retiro, no sin antes declarar que no es mi intención ofender ni provocar a nadie, pero si estas publicaciones lo hicieran, también debo decir que, en dado caso, será por el estrecho criterio del ofendido. Buenas noches.

Bafumet Acene

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